Leyendo la Biblia con el P. Joaquim
Rosselló (3)
El
miércoles 20 de diciembre nos reunimos un grupo de congregantes y laicos en el
monestir de Sant Bernat de La Real, donde nuestro Fundador acabó sus días en 1909.
D.
Llorenç Riber, antiguo blauet que lo trató personalmente y llegó a académico de
la Lengua, escribió en la prensa: “En el sigilo del confesonario nutrió
largamente con la manteca y la miel de sus consejos y de su doctrina una larga
generación de cristianos, que por él aprendieron
a reprobar el mal, a elegir el bien; ¡Misionero! Su lengua era más penetrante
que una espada de dos filos, y rajaba los cedros, y penetraba en la división
del alma. Quien esto escribe, recuerda todavía, con una sensación casi
física la terrible eficacia de su palabra, cuasi apocalíptica que fulguraba
como una hoja de acero frío, y suscitaba sobre las carnes el espeluzno, y las
sujetaba a los mandamientos con el clavo del temor de Dios”
Y esto
que no era hombre dado al profetismo fácil. Como signos de la Providencia
interpreta los preanuncios del Hermano jesuita Gregorio Trigueros, S.J. (su
“ayo espiritual”) que le aseguró que sería un Misionero de los Sagrados
Corazones, congregación desconocida en el momento. No los llama “profecías” que
marquen sus decisiones, pero los incorpora como signos de la intervención de
Dios en su vida y caracterizan la misión que Dios le ha confiado.
La re-lectura
de los profetas, como hará D. Llorenç Riber más tarde de la figura del P.
Rosselló, le ayuda a releer su experiencia espiritual:
1. Oseas : “Estamos en la época de Oseas”
El Fundador escoge un texto de Oseas como
principio tan básico que lo pone en la Introducción a las primeras Reglas: “Como
en todos los siglos, mayormente en el que atravesamos, casi todos los hombres
se desviven y estimulan mutuamente a contraer y estrechar relaciones con toda
clase de personas (...) La divina Providencia (...) ha dispuesto en estos
azarosos tiempos promover una Congregación de sacerdotes cuyo objeto fuese,
primeramente formar su espíritu en la soledad en donde según Oseas Dios se
comunica al alma (cf. Os 2,16); para después procurar en cuanto les fuese
posible (...), la conversión (...): haciéndoles entrar de nuevo en el trato y comunicación
con su Divina Majestad...”[1].
¿Hay un
tema más actual que éste: ¡cómo la gente se “desvive y estimula” por “contraer
y estrechar relaciones con toda clase de personas”!? Hay que tener en cuenta que,
desde la mentalidad ascética decimonónica, esto es juzgado como expresión de pecado
e idolatría. Por esto responde a la necesidad de aquellos “azarosos tiempos”
promoviendo una Congregación basada en la espiritualidad de la Alianza: Volver
al primer enamoramiento, en el desierto de la íntima comunicación con Dios
(Esposo amado e injuriado). Pero no solo con Dios, sino que Oseas expresa con
su imagen escabrosa y rompedora los pactos políticos, las relaciones sociales,
el culto sincero... La intuición del P. Joaquim, al citar a Oseas, centra la
espiritualidad de los Sagrados Corazones en la Alianza, tema nuclear del
Antiguo y Nuevo Testamento. La gente se desvive por comunicarse, ayudémosle a
vivir la verdadera relación expresada en la nueva Relación de los Corazones de
Jesús y de María.
2. Jonás: Colaboramos en la “obra de Dios, no mía”
La
“novelita” de Jonás, el anti-profeta le sirve para volver a situarse en la
espiritualidad de los patriarcas. “Dejemos hacer a Dios”. Tengamos confianza en
que Él conduce nuestros pasos, a pesar de nuestras resistencias, y nos escoge
como colaboradores en su obra salvadora...
Jonás
tiene otro mensaje, ligado a la misericordia sin límites, que lo convierte en
una “cuña en medio del Antiguo Testamento”. También los paganos y los opresores
son llamados a la salvación. El P. Joaquim no desarrolla esta vertiente, pero
es el contexto donde bebe su re-lectura profética.
3. El ejemplo de los santos apóstoles y profetas
Nos ha
llegado un pequeño apunte que usaba en el sermón de introducción a las misiones
populares: “Yo no soy Isaías, ni Jeremías ni ninguno de los profetas. Puedo
decir con San Pablo: “Nadie más pecador que yo...” Sin embargo, analizando la
realidad de nuestros días... hace mucho que rogaba al Señor poder retirarme al
desierto... Lo había alcanzado, pero Dios, por boca del que está en su
lugar..., me obliga a bajar diciéndome: “No tengas miedo”.
En la
línea de Amós, hace profesión de humildad: “Yo no soy profeta ni hijo de
profeta” (Am 7,14). O en la determinación de Juan Bautista (cf Jn 1,21-23), que
tiene muy clara su identidad: “Soy la voz del que grita en el desierto”.
Pero el
Fundador practica el análisis de la realidad, que recoge el clamor del pueblo y
pro-voca la re-acción de Yavé (en catalán: el que ya viene a liberar). Siempre
dispuesto a cantar las penas de amor de Dios con su pueblo (en la parábola de
la viña, su predilecta, Is 5), a llorar la desgracia del pueblo (como Jeremías),
a renunciar a la soledad del Tabor para bajar a anunciar la Buena Noticia
(siempre que Dios se lo pida). La espiritualidad de los Sagrados Corazones será
actual mientras haya corazones (y no olvidemos que todos los corazones son
sagrados) que sufran (sean traspasados).
El P.
Joaquim se fija en dos grandes medios proféticos: El testimonio de vida de los
profetas (que llama con terminología paulina “buen aroma de Cristo” y “buen
ejemplo” de la tradición ascética) y la predicación popular de la Palabra que
busca la conversión del corazón (compromiso carismático que recomienda
vivamente o su “huesos se removerán en la tumba”).
4. En el período de renovación después del concilio Vaticano
II (1965),
esto se
reinterpreta a la luz de Amós 3,8 (“Ruge el león, quién no teme? Habla el
Señor, ¿quién no profetiza?”). Se combina la escucha, el anuncio de la Palabra
y el servicio a los pobres (no es un Dios que habla, ¡ruge ante la
injusticia!). Después de Medellín (1968), se resalta la opción por los pobres
(teología de la liberación). “En la oración reconocemos la acción de Dios en la
historia, y toda nuestra vida es solidaria con los hermanos, sobre todo con los
pobres y con los que sufren”[2].
“La
misión profética es un elemento fundamental de nuestro carisma. Por el
profetismo, don del Espíritu, interpretamos continuamente los signos de los
tiempos y juzgamos los problemas actuales a la luz de Cristo. Nos otorga la
fuerza de predicar la palabra con total libertad”[3].
En el
desarrollo de la teología de comunión, su “Congregación de sacerdotes” se
interpreta como una misión compartida con el laicado (1990) y la formación de
una Familia Sacricordiana (2015) que sea "competente socorro donde la vida
reclama”.
Una
re-lectura profética que exige ser actualitzada permanentemente para no perder
la eficacia. Las fotografías con que ilustramos este post dan testimonio de
como intentamos actualizar esta re-lectura del Fundador en tres continentes. (JRM)
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